Segundo puesto del concurso Terror en San Valentín

Segundo puesto:
Happiness por Archange

Diario de Tom. Febrero (14 días para San Valentín)
Día 1.
Querido Diario:
Soy Tom Kaulitz Trumper y tengo once años. Vivo en una casita a las afueras de la Gran Metrópolis, con Papá, Mamá, mi hermana gemela Billie y nuestro perro Sunshine.
Nos encanta vivir aquí, es muy tranquilo, y como la escuela está demasiado lejos, nuestros padres nos educan en casa ¡Es genial! Así yo y Billie… quiero decir, Billie y yo tenemos más tiempo para jugar. Mamá me ha dado este cuaderno para que escriba las cosas que hago durante el día, dice que ya tengo edad para expresar sinceramente mis pensamientos sobre papel. Mamá es tan guapa y tan buena con nosotros que cuando llegó esta mañana con dos cuadernos, uno de conejitos rosa para Billie y otro con arcoíris para mí, no pudimos negarnos.
A Mamá le gustan los colores alegres, la claridad y la limpieza. Cuando llegamos aquí, yo era muy pequeño para acordarme, nuestros padres pintaron todas las habitaciones de colores intensos: rojo, verde, naranja, amarillo… bueno, casi todas. Nuestra casa siempre está iluminada, siempre huele a tartas caseras y a flores frescas. Es bonita.
Papá es muy listo y trabaja mucho en su despacho. Siempre nos da buenos consejos para que aprendamos a ser buenos chicos y a querer a nuestra familia. Todo lo que hace es por nuestro bien.
Billie es… Billie. Es muy alegre, siempre está cantando. Mamá siempre le pide que lo haga. Compartimos cuarto, la habitación amarilla. Es tan grande que hasta cabe una tercera cama. Antes la ocupaba mi hermano mayor, Gustav, pero ahora reside en la universidad. Es de las mejores, pero está en otro estado. Lo extrañamos.
Y para terminar con las presentaciones, querido diario, está Sunshine, nuestro labrador, que salta y mueve el rabito cuando me ve. ¡Muchas veces jugamos juntos!
Como ves, diario, tengo la mejor familia del mundo, la más feliz de todas.
Es genial.
Me despido ya. Billie acaba de entrar al cuarto y parece que aún no ha abierto su nuevo cuaderno. Voy a ver qué le digo.
Adiós.

Día 2.
Querido diario:
Hoy la luz entró a raudales por la ventana de nuestra habitación, como cada mañana.
“Vamos, queridos. Hoy será un gran día”
Mamá llegó a despertarnos con su vestido de vuelo rosa, un delantal de encaje y una gran sonrisa. Nosotros enseguida le sonreímos de vuelta y corrimos a darle un beso que ella recibió entre risas. Luego nos vestimos, yo con mi conjunto de camisa naranja y corbata verde, y Billie con un vestido igual al de Mami, como es costumbre. Ella misma nos hace toda la ropa, es la mejor. Un delicioso olor a tostadas calientes nos llevó flotando hasta la cocina, como ese gato tan divertido de los dibujos de la tele. Ese que nunca consigue darle caza al pequeño ratón. Bien por el ratón.
Papá ya nos esperaba en la mesa, leyendo su diario económico. Nos acercamos a darle los buenos días y él apartó la pipa que siempre fuma para sentir nuestro respeto en forma de beso. Las tostadas eran demasiado grandes para mis manos, la unté con compota de fresa y comí toda la rebanada, como se debe.
Billie casi derrama la leche sobre su vestido rosa, pero yo la ayudé a tiempo. Seguro que Papá estuvo orgulloso de mí.
Recogimos los platos cantando una canción alegre que sonaba en la radio. Intentamos imitar los pasos de baile de Mamá, que se mecía como una bailarina de verdad, jugando con el can-can de seda de su falda. Mientras, Billie cantaba con su linda voz una melodía tras otra y Papá sonreía tras la nube de humo que siempre le sigue, como una segunda sombra.
Luego nos fuimos a estudiar al cuarto rojo. Aprendimos  la lección de historia, eso fue fácil, pero luego tuvimos que resolver una hoja entera de raíces cuadradas Billie las hizo. Lo mejor fue  hacer los ejercicios de urbanidad y buenos modales, y ayudar a Billie a comportarse como una señorita bien educada. Muchas A veces olvida pequeños detalles como sentarse correctamente o caminar con gracia, pero es muy linda y tiene una dulzura natural que hace olvidar cualquier fallo. Aún no ha escrito nada en su diario, hemos hablado de ello y me ha prometido hacerlo pronto.
Después de comer el rico asado de mamá, le dimos las gracias y fuimos a la habitación verde a jugar con nuestro puzzle: El Taj Mahal en cinco mil piezas, regalo de Papá. Por cierto, Billie quería hablar con él, pero no salió de su despacho en toda la tarde. Seguro que estaba trabajando duro.
Ya en la noche, cenamos unos ricos bocadillos y nos sentamos todos alrededor de la chimenea. Papá sentó a Billie en su regazo y le dijo lo bonita que estaba con su vestido nuevo. Billie sólo sonreía, un poco tímida ante los halagos. A mí me acarició la cabeza como un buen chico. Somos su mayor orgullo.
Luego Mamá nos señaló en el gran calendario del salón el día exacto en que se celebra San Valentín, como cada año. En casa es un día muy especial, porque es el santo patrón de nuestra familia y siempre hacemos una fiesta en su honor. Sobre la chimenea tenemos una imagen de San Valentín de tamaño natural, con grandes ojos fijos y la palma del martirio en su mano, rodeada por decenas de corazones rosas que Mamá pintó cuando nos vinimos a vivir aquí. Ella dice que es el símbolo imborrable del amor que une a nuestra familia.
Bueno diario, a ti también te quiero pero me voy a dormir.
Adiós.

Día 3.
Querido Diario:
La brillante luz  que llenaba la habitación nos despertó temprano como cada día.
Billie no ha dormido bien, dice que ha escuchado ruidos extraños en el silencio de la noche y que no es la primera vez que los oye. Yo le he dicho que habrá sido el viento, o el zumbido de las cámaras que Papá puso en todas las habitaciones como vigil seguridad. Parecía cansada, pero en cuanto vio aparecer a Mamá en la puerta de nuestro cuarto con su vestido verde de seda, su rostro cambió y ambos sonreímos.
“Vamos, queridos. Hoy será un gran día”
Billie también se vistió de verde, como Mamá. Estuvo un rato frente al espejo tirándose de la falda, quizás el vestido se le quedó pequeño. Yo me puse la camisa de arcoíris, la favorita de Mamá. Quiero que le guste mi elección.
Papá nos esperaba como cada día, con su diario y su pipa humeante. Le dimos un beso en la mejilla y nos sentamos a la mesa. Las tostadas eran demasiado grandes para nuestras manos y Papá reía al ver nuestros malabarismos para cogerlas sin que se nos caigan. Seguro es gracioso vernos. Comimos todo sin ningún percance, Billie hizo una reverencia en agradecimiento por tan rico desayuno y mis Papis sonrieron, enternecidos por su gesto. Cantamos y reímos recogiendo la cocina hasta que llegó la hora de estudiar.
Ya en el cuarto rojo hablé con Billie de muchas cosas. Aún no estrena su diario, no quiere sabe cómo hacerlo. Le he explicado cómo y he insistido en que lo escriba. Es lo mejor y así Mamá no se pondrá triste. No queremos que eso ocurra, ¿verdad, Diario? Se quedó mirando su cuaderno de conejitos rosas mucho tiempo, hasta que al final empezó a escribir. Me alegro mucho por ella.
Ya en la habitación verde descubrimos que algunas piezas de las cinco mil que forman el Taj Mahal se han perdido. Las buscamos por todas partes, pero son tan pequeñas que es muy difícil. Me pone un poco nervioso no encontrarlas, ojalá mañana tengamos más suerte.
Mamá estuvo cepillando el cabello de Billie durante horas. Le retorcía algunos mechones, se los trenzaba, lo sujetaba con largas horquillas puntiagudas y luego lo deshacía todo y volvía a cepillar. Le encanta peinarla, vestirla, ponerla linda como una muñeca. Al final le llenó la cabeza de apretados bigudíes para dormir con ellos y que aparezcan tirabuzones por la mañana. Debe ser doloroso un poco incómodo, pero Mamá siempre dice que para presumir hay que sufrir.
Papá no salió de su despacho hasta la hora de cenar. Es el único lugar de la casa que tiene la puerta pintada de negro y con cerrojo interior. A Billie y a mí no nos gusta entrar ahí, sobre todo por no molestarlo en su trabajo. Sobre todo por eso.
Luchamos con los cubiertos de pescado en la cena (demasiadas espinas) y nos fuimos pronto a dormir. Sunshine se subió a mi cama con su pelotita en la boca, pidiendo jugar… pero Mamá lo echó del cuarto con un azote cariñoso y luego nos arropó, sonriente.
Adiós Diario.
(Madrugada día 3)
Billie no puede dormir, se masajea el cuello y dice que ha vuelto a oír ruidos. Yo también los oigo, ella lo sabe, pero no se lo digo. He alargado la mano hasta su cama y he tomado la suya, tan tibia, bajo la lucecita roja de nuestra cámara espía  Juntos vamos a intentar descansar un poco.

Día 4.
Querido Diario:
La intensa luz nos despertó de nuevo
Aún estábamos algo cansados cuando Mamá llegó a nuestro cuarto con su vestido de seda naranja. Una gran sonrisa se pintó en nuestras caras al notar su presencia.
“Vamos, queridos. Hoy será un gran día”
Mami recibió besos y le entregó a Billie el vestidito naranja de vuelo que debía ponerse. Luego le soltó los bigudíes, peinó los rizos y terminó coloreando su pálido rostro con polvos rosados. Cuando apareció en la cocina así ataviada, todos aplaudimos a Mami por su buen trabajo. Billie cerró los ojos.
Besamos a Papá y nos sentamos a desayunar. En cada plato había un gran pedazo de bizcocho, tan inabarcable que cuando quise cogerlo se me resbaló y cayó al suelo.
En ese momento la conversación se detuvo.
Todo quedó en silencio, hasta la alegre canción que sonaba en la radio dejó de sonar. Billie me miró con ojos enormes, tan asustada como yo.
De un salto me levanté a recoger el bizcocho del suelo y lo besé, pidiendo perdón repetidas veces por mi falta. Papá me lanzó una mirada dura y me advirtió que no volviera a faltar al respeto a Mamá de esa forma.  Mami sacó un pañuelo y lloró, repitiendo que porqué odiaba su comida si ella la hacía con tanto amor. Esto enfureció más a Papá contra mí. Se levantó… pero antes de que me tocara, Billie fue hacia él agitando sus pestañas y dulcemente se sentó en su regazo. Lo abrazó como buscando mimos, hablando bajito, casi en su oído, hasta que ambos sonrieron.
Mamá guardó su pañuelo. La música volvió a sonar.
A la hora de estudio, Papá me dio una pila de deberes de ortografía y me dejaron solo en la habitación roja hasta nueva orden que me avisaran. Lo entendí, me había portado mal… incluso le di las gracias por su indulgencia.
No vi a Billie en toda la tarde.
Cuando Mamá me dejó volver a mi cuarto, Billie estaba allí, mirándose al espejo atentamente, su rostro vacío, sin expresión. Le toqué el hombro para hacerle notar mi presencia. Ella se giró, me miró como si saliera de un sueño y se abrazó a mí. Estaba muy (borrado) feliz, lo vi en sus ojos.
No quise decirle que había vuelto a la habitación verde a buscar las piezas del puzzle  que Papá nos regaló y que no aparecen. Es mejor que no lo sepa aún.
Cenamos sin con ganas, aunque Billie parecía… distraída. Dimos gracias y besos de buenas noches, dejando a nuestros padres tomando unas copas de vino y riendo frente a la chimenea encendida. La gran figura de San Valentín parecía observarlos desde su pedestal en la penumbra.
Billie ha vuelto a escuchar ruidos extraños al pasar por delante del despacho cerrado de Papá. Está pálida a pesar del colorete. Hemos encontrado un lugar tranquilo para nosotros un punto muerto. No es que las cámaras nos molesten ¿Sabes, Diario? Es sólo un juego, algo como el escondite. Eso es.
Enseguida Mami nos llevó a la cama. Los ruidos seguían, pero ella parecía no oírlos. En realidad no me extraña.
Adiós. Adiós.

Día 5.
Querido Diario:
Alguna vez te he dicho que nuestra casa es colorida y luminosa, muy luminosa.
Pues es cierto.
Tan luminosa que Papá y Mamá no permiten que la fuerte luz que brilla en la casa se apague jamás, ni de día ni de noche. Papi siempre dice que la oscuridad sólo trae miseria, depresión y tristeza a las personas. Bajo la luz no hay secretos, “y en una familia feliz como la nuestra no debe haber secretos, todo debe se expuesto albor de la verdad”, según sus sabias palabras.
Por eso no nos acostumbramos a dormir con esa intensa luz blanca que hace fluorescente hasta el aire que Billie y yo respiramos en el cuarto amarillo. Es difícil. El resplandor se cuela a través de los párpados y pierdes la noción del tiempo… pero todo es por nuestro bien. Hace algunos años nos hacíamos un ovillo bajo las mantas, buscando el refugio de las sombras para descansar. Esa fue la primera vez que (borrado)
Desde entonces el zumbido de las cámaras nos recuerda que… “Para que en una familia reine la armonía y la felicidad perfecta, los hijos deben obedecer a sus padres, ya que los aman y saben lo que más les conviene.” 
Así debo creerlo.
Pero tampoco anoche pudimos dormir muy bien.
Al entrar Mamá a nuestro cuarto sonreímos automáticamente. Llevaba un vestido violeta, creo, y otro para Billie. La besamos. Mamá disimuló las ojeras de Billie. Sonreímos más. Desayunamos. Papá se rió de mi torpeza con la enorme tostada pero no hubo percances. Billie cantó por horas a petición de Papá y luego tuvo una sesión de aprendizaje muy especial.
¿De verdad te interesa todo esto, Diario? Porque yo preferiría… olvídalo.
Mamá le compró a Billie unos zapatos altos con una especie de plataforma metálica que se ajustan a la pierna con anclajes y la coloca en una postura completamente erguida.
Al principio no podía andar. La estructura es demasiado rígida, caminaba como un patito con falda de vuelo, a pasitos cortos. Papá no dejaba de observarla desde su sillón favorito, envuelto en su asfixiante nube de humo. Tras cuatro horas de practicar sin descanso logró no caerse de bruces contra el suelo. Yo quería ayudarla a hacerlo bien para que Mami estuviera contenta y la dejara sentarse un poco, pero no me dejó. Billie tiene que aprender a moverse como una señorita… y ya se sabe que para presumir hay que sufrir ¿Verdad, Diario? ¿Tú lo crees?
Cuando Mamá por fin se fue a la cocina, tomé a Billie en brazos y la recosté en su cama. Papá dijo que no me preocupara, que esos monstruosos zapatos eran perfectamente seguros para ella. Podía ser, pero en cuanto volvió a encerrarse en su despacho, yo fui junto a Billie y desaté los anclajes de metal de sus piernas. Mantenía una sonrisa apretada y la cámara  (borrado)
Tenía algunos cortes sangrantes y grandes moratones desde el tobillo al muslo ¿Sabes, queridísimo Diario? Pero si Papi dice que es seguro, lo es ¿No es cierto?
Mientras la curaba con un poco de alcohol, le dije lo feliz que es Mamá al tener una niña como Billie. Siempre había deseado tener una para vestirla, mimarla y educarla para ser tan hermosa y perfecta como ella. Billie quería llorar, gritar de dolor y frustración debía recordar que tenía suerte de ser tan querida. Le tapé la boca pedí también que estuviera tranquila y en silencio. A Papá no le gustan los gritos en casa, es muy estricto con eso. Sunshine solía ladrar cuando quería jugar o se acercaba un extraño, hasta que Papi mandó que le cortaran las cuerdas vocales.
Cada vez queda menos para San Valentín.
Estoy muy cansado, adiós.

Día 6.
Papá entró hoy a la habitación verde, y por la media sonrisa que me dedicó al salir creo que ya sabe que faltan piezas del puzzle.
Extraño mi guitarra.

Día 7.
Vestido azul, sonrisas, tarta de fresa, flores en la mesa, profundas ojeras, luz cegadora, colores chillones, ruidos ahogados, más sonrisas, olor a tabaco, besos, Billie entrenando con sus zapatos nuevos, Billie sangrando, Billie junto a la ventana, Billie frente al espejo, Billie, Billie, Billie…
Eso es todo, Diario.

Día 8.
Desde todas las ventanas de nuestra casa podemos ver un bonito paisaje siempre soleado, con árboles frutales y un diáfano cielo sin nubes. Lo sabes ¿verdad, Diario?
Mi Billie ha descubierto que si despegas un poco el cartón, tras las bombillas y telas que cubren las ventanas, se puede ver el cielo de verdad. Hoy estaba cubierto de nubes negras, esponjosas y cargadas de lluvia. Al desatarse la tormenta, millones de gotas de agua fresca y pura empaparon la tierra. Era tan hermoso que nos dejó sin respiración.
Billie y yo nos preguntamos qué se sentirá el estar bajo la lluvia, dejando que el agua y el aire desordenen tu cabello y acaricien tu piel.
Cuando cayó la noche en el exterior y la luna surgió entre las nubes, Billie se echó a llorar se alegró de que en nuestra casa siempre, siempre, brille el sol.

Día 9.
MEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGOMEAHOGO
Todo va bien, Diario. Todo va muy bien.

Día 10.
(Página arrancada)

Día 11.
Querido diario:
Soy Tom Kaulitz Trumper y estoy muy cansado.
Tengo 11 años.
El año anterior tuve once, y el anterior también, y el anterior...  al igual que mi hermano gemelo Bill.
Desde que nos mudamos a esta casa apartada del mundo a los tres años, no hemos vuelto a salir de ella. Nuestro hermano mayor, Gustav, desapareció hace un año, justo al cumplir los 18. Estamos seguros que esos ruidos “extraños”, esos lamentos ahogados que Bill y yo escuchamos desde que partió a su supuesto viaje a la universidad, ese escalofriante ruido de cadenas que nos quita el sueño, los provoca él desde su encierro.
Sí, tengo 16 años, y esta es mi verdadera letra y no esa tan ridícula e infantil que nos obligáis a usar. Oh, sí, os hablo a vosotros, queridísimos Mami y Papi. Desde el primer momento supe que leeríais este cuaderno (vigiláis nuestros cuerpos y nuestras mentes, ¿no es cierto?), por eso le pedía a Bill que hiciera como yo y escribiese exactamente lo que queréis oír. Nos habéis enseñado a base de dolor que la única opción es obedecer. Así que tengo 11 eternos años y una linda hermana gemela que un día será hermosa como Mamá.
Habéis creado una familia ideal en una casa multicolor. Una familia ordenada, metódica, sonriente y perfecta. Una familia de postal con alegres niños que nunca crecen y apartados en una burbuja de odiosa luz perpetua… pero aunque no queráis reconocerlo yo he crecido y vuestra “Billie” siempre será Bill, mi Bill.
Nunca os perdonaré cómo lo habéis dañado, a veces ni siquiera lo reconozco. Lo habéis sometido tanto, lo habéis asustado y retorcido tanto su mente, que hay días que hasta justifica el trato que nos dais. “Nunca seré suficiente para ellos, nunca lo seré…” repite frente al espejo, agotado, intentando asimilar esa imagen de niñita con vestido de seda y lacitos de encaje en el pelo que habéis clavado en su alma. Entonces yo lo alejo de su maldito reflejo y lo llevo a un punto muerto, el armario, el único lugar donde no llegan los ojos implacables de las cámaras. Nos abrazamos lentamente primero, luego con absoluta desesperación, como se abrazan dos hermanos, dos gemelos, dos chicos que se aman y se necesitan al borde de la locura. Entonces beso su boca pintada, me bebo su dulce aliento hasta la asfixia y acaricio su cuerpo con infinita ternura, despojándole de sus vestidos de muñeca, dejándolo desnudo de cualquier cosa que no sea Bill, sólo Bill. Después tomo su sexo en mis manos y lo recorro con calma, haciendo que se endurezca, que lo sienta en plenitud; susurrándole al oído que no olvide quién es, que su cuerpo es perfecto, por mucho que quieran ocultar su hombría con vendas y elásticos cubiertos de blonda. Beso sus labios, respirando en ellos, y le prometo que para mí siempre será suficiente, que un día nos iremos juntos, que tenga fuerzas para aguantar un poco más. Y voy a cumplir esa promesa, no podréis impedirlo… ¿Qué os parece? Ya veis lo que ocurre bajo el perfecto y puritano techo de vuestro hogar. Ya no me importa que lo sepáis, estamos muertos en este infierno de arcoíris y vamos a intentar salir de aquí con uñas y dientes porque ¿Sabéis? Bill es mucho más feliz cuando no sonríe.
Adiós maldito Diario, espero no volverte a verte jamás.

Día 12.
(Página arrancada)

Día 13.
(Fragmento de papel cuadriculado suelto)
Tengo la llave. Prepárate y estate atento a mi señal. Pronto dormiremos bajo las estrellas. Bill.
Día 14.
Querido Diario:
Hoy el día de San Valentín fue especialmente interesante para nuestra familia. Resulta que nuestros traviesos gemelos quisieron irse fuera a jugar, a pesar de que les pedimos que no lo hicieran. Por suerte nuestro Santo Patrón debió echarnos una mano y detuvimos a tiempo su juguetona aventura. No nos quedó más remedio que darles un pequeño escarmiento, para cumplir además con las ofrendas de este año. Con una simple picana eléctrica los dejé inconscientes y los llevé a mi despacho, ahí tengo todo lo que necesito en estos casos. Los pobres creían que podían liberar a ese desagradecido de Gustav, ese malnacido… ¡Quiso abandonar a su familia! ¡A sus amantes padres! No tuve más remedio que encadenarlo en el sótano para impedirlo.
Respecto a mis queridos gemelos… digamos que Tom no podrá volver a escribir en este diario, ni volverá a tocar esa ruidosa guitarra que no dejaba de aporrear hace unos años. Antes utilizaba el hacha, pero ahora prefiero el bisturí, es más limpio. De todas formas sólo eran dos dedos, los dos últimos dedos. Lástima que despertara justo antes de empezar a cortar. ¡Caramba! Eso debió doler.
Con respecto a Billie, podríamos decir que habrá algo que ya no podrá volver a “sentir en plenitud” (jajaja Este Tomi siempre tan cursi) Por fin he logrado que las cosas sean como debían ser desde el principio. Desde ahora Billie siempre será… Billie.
Pues bien, Diario. Esto ha sido todo por el momento.
Ahora pondré estas nuevas ofrendas junto a las de otros años, en el altar, a los pies de San Valentín; nos reuniremos todos y daremos las gracias por mantener a nuestra familia unida en el amor y la más perfecta felicidad. Así sea.

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